jueves, 17 de noviembre de 2011

Aristóteles, El Filósofo

Las obras aristotélicas como bien habéis podido comprobar en los apuntes, realizaron un recorrido turístico por gran parte del Mediterráneo,y una vez cayó el imperio romano permanecieron en el olvido, hasta que son recuperadas por los árabes, que las traducen al árabe, y posteriormente a partir del siglo XI, son traducidas al latín y difundidas por Europa . Aristóteles se convierte en este momento en El Filósofo o El Estagirita. Una novela, que recoge esta valoración del pensador es El nombre de la rosa, de Umberto Ecco, y tomemos  como ejemplo un pasaje de la misma.

En este fragmento, cercano al desenlace final, veremos lo que se oculta detrás del ocultamiento de un libro escrito por el Filósofo. ¿Qué motivos mueven tantos asesinatos? ¿Qué se oculta detrás de la imagen profética del bibliotecario ciego? ¿Por qué es tan importante mantener en las sombras ciertas verdades? ¿Cómo hubiera sido nuestro mundo de haber conocido la segunda parte de la Poética de Aristóteles?

Pero ahora dime -estaba diciendo Guillermo-, ¿por qué? ¿Por qué quisiste proteger este libro más que tantos otros?¿Por qué, si ocultabas tratados de nigromancia, páginas en las que se insultaba, quizá, el nombre de Dios, sólo por las páginas de este libro llegaste al crimen, condenando a tus hermanos y condenándote a ti mismo? Hay muchos otros libros que hablan de la comedia, y también muchos otros que contienen el elogio de la risa. ¿Por qué éste te infundía tanto miedo?

-Porque era del Filósofo. Cada libro escrito por ese hombre ha destruido una parte del saber que la cristiandad había acumulado a lo largo de los siglos. Los padres habían dicho lo que había que saber sobre el poder del Verbo y bastó con que Boecio comentase al Filósofo para que el misterio divino del Verbo se transformara en la parodia humana de las categorías y del silogismo. El libro del Génesis dice lo que hay que saber sobre la composición del cosmos, y bastó con que se redescubriesen los libros físicos del Filósofo para que el universo se reinterpretara en término de materia sorda y viscosa, y para que el árabe Averroes estuviese a punto de convencer a todos de la eternidad del mundo. Sabíamos todo sobre los nombres divinos, y el dominico enterrado por Abbone, seducido por el Filósofo, los ha vuelto a enunciar siguiendo las orgullosas vías de la razón natural. De este modo, el cosmos, que para el Estagirita se manifestaba al que sabía elevar la mirada hacia la luminosa cascada de la causa primera ejemplar, se ha convertido en una reserva de indicios terrestres de los que se parte para elevarse hasta una causa eficiente abstracta. Antes mirábamos el cielo, otorgando sólo una mirada de disgusto al barro de la materia; ahora miramos la tierra, y sólo creemos en el cielo por el testimonio de la tierra. Cada palabra del Filósofo, por la que ya juran hasta los santos y los pontífices, ha trastocado la imagen del mundo. Pero aún no había llegado a trastocar la imagen de Dios. Si este libro llegara… si hubiese llegado a ser objeto de pública interpretación, habríamos dado ese último paso.
Eco, Umberto. El nombre de la rosa.  RBA.

No hay comentarios:

Publicar un comentario