sábado, 12 de noviembre de 2011

Una de Platón y el cine

Muchas veces suele verse, en diversos comentarios a la célebre alegoría de la caverna de Platón, que el filósofo griego prefiguró la existencia del cine. Quizá en coincidencia con ello, el cine de los últimos tiempos ha presentado dos películas que hablan, muestran y ponen en metáforas llamativas la alegoría platónica.

En Truman Show, Truman es una persona que ha nacido y se ha criado en un inmenso set de cinematografía. El desconoce esto. ¿Qué sabe Truman de la realidad? Que la realidad es el lugar en el que vive, que la realidad es lo que ve. Pero su esposa, sus amigos, el lugar donde trabaja, y la ciudad entera y sus alrededores son un simulacro. El mundo real está afuera, y un director ha creado esta vida de apariencia para él. Aunque varias personas que vienen del mundo “real” intentan advertirle acerca de la situación, Truman se niega a creerles, y, su gesto azorado se presta a la interpretación de que no sólo no les cree, sino que, además, ni siquiera comprende de qué le hablan.

Como los encadenados desde que nacen en la caverna platónica, su realidad es la caverna del set cinematográfico. Truman es prisionero de una vida “irreal”. ¿Pero es así? ¿La realidad está afuera? ¿Truman es prisionero de una vida de apariencias o todos aquellos que miran su vida, día a día, a través de la televisión, son también prisioneros de su propia vida de apariencias? Quizá, ni unos ni otros sufran el acoso impertinente de lo que parece ser y no es.

En Matrix el protagonista sospecha que lo que vive no es la realidad. Busca incansablemente, hasta que aparece alguien que lo guiará en su salida de la caverna, una vez más. El personaje elige tomar una pastilla especial para ver la realidad, y una vez que el gesto se ha consumado, y luego de diversas manipulaciones, ingresa en la Realidad. Un mundo increíble, espantoso, donde son criados fetos en campos en los cuales luego se los cosechará para dar energía a las máquinas: nuestro hombre asiste perplejo a un escenario que en nada se parece al mundo aparente en el cual ha vivido.

Tanto la salida del set, por decisión, que realiza Truman en el final de la película, como la salida del “útero-máquina”, que realiza el personaje de Matrix, constituyen la salida del filósofo a la Realidad. Rotas las cadenas, acceden a un mundo de plenitud.

Tales eventos sean posibles porque los realizadores de ambas películas las sostienen sobre los supuestos mínimos de la existencia de dos mundos, y de que hay una Realidad que, de alguna manera, es siempre mejor, más elevada y más buena que este mundo en el que vivimos. Las viejas-nuevas preguntas acerca de qué es la realidad, qué es la verdad, qué es lo que vemos, y cómo la metáfora es constitutiva del mundo, atraviesan nuestra cultura. El cine es una manera de mostrar nuestras preguntas filosóficas, una y otra vez. La angustia de Truman al preguntarse cuál es la verdad, es nuestra angustia filosófica. La pregunta en Matrix acerca de cuál es la realidad, es la anciana pregunta de la filosofía. La acción del cine y la politización de estos temas (su ingreso en la polis del mundo) es una producción metafórica que constituye, una vez más, nuevas redes de significantes posibles para producir, cada vez, preguntas poiéticas que nos hablen acerca de nuestra cosmovisión y del entrecruzamiento productivo con otras cosmovisiones. Para seguir preguntando.





Además, y por gentileza de mi compañero Manolo Muñoz ( que me ha pasado la información y que también podeis encontrar en su blog "Hijo de la Filo"), Eugenio Sánchez Bravo, en su blog Aula de Filosofía, nos agasaja con una actualización cinematográfica del mito de la caverna a través de su trabajo de la película de John Carpenter They live  (Están vivos, 1988)

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